31.10.10

El recordar del cuarto oscuro


No se si hoy tenga la capacidad, que no suelo tener siempre, pero que de vez en cuando aflora, de escribir.

Me senté en mi sala a eso de las 10 de la noche, con un pequeño libro de pasta morada en la mano, un poco empolvado, aunque nuevo y desconocido. De repente me encontré leyendo una serie de descripciones de como un hombre, en un cuarto oscuro, debajo de la puerta podía encontrar mas cosas que en la propia banalidad de su vivir.

Sonara existencialista o como quieran llamarlo, pero me pareció tan increiblemente razonable que me obligo a recostarme bajo el umbral de mi puerta para comprobarlo, y tenia razón.


Ver esa luz pudo llevarme a imaginar el corredor iluminado, los cuadros, los muebles y cada detalle recordable dentro de mi multiplicidad. Luego el recuerdo va ahondando en lugares desconocidos, de pronto se abre paso entre las paredes y camina por las nubes; vuela con decisión adquiriendo altura y oportunidades a cada momento. Se refugia, la mente en un nido de estrellas, se voltea camina y se recuesta sobre una nube. Se levanta se cansa y sortea su gravedad cayendo desde el cielo.

Cae, sin golpearse (ya saben que la imanación es especialista en arreglar las cosas para evitar la tragedia) en una pequeña casa de antaño. Llena de recuerdos, de historias, de energías, y de pronto el recuerdo dentro de su recuerdo entiende que algo debe poder explicarle la casa, y los mil y un relojes peor de desesperantes que los de pinocho.


Ve una foto, un porta retrato viejo con un matrimonio en blancos envejecidos, todo, menos el color, evidencia modernidad. Así que se mira las piernas, y se entiende como el propio recuerdo retratado; de pronto, mi mente piensa en la fisonomía de mi recuerdo, y lo obliga a el, a sentir la necesidad de verse en el espejo; pero su actitud sumisa lo hace temer de la creatividad con la que al parecer juega y entonces olvida toda la cuestión del espejo.


Camina un poco y encuentra la misma sala, hay un poco mas de luz, un poco mas de calidez del presente, aunque sigue encontrando cosas del pasado. De pronto encuentra la foto, la misma, pero lo que había entendido por su fisonomía esta alejándose. Esta como huyendo de la foto. Suelta la foto contra el piso y corre hacia la siguiente sala, la ansiedad no lo deja esperar un poco, aunque ya sabe lo que quiere decirle, quiere creer que tiene que escucharlo expresamente de los labios de alguien, o verlo expresamente en el porta retratos de alguien.


Un par de minutos mas tarde, un par de salas mas allá, se le ve al recuerdo sentado en una silla amarilla, que tranquilamente pudo ser robada del estudio personal de Andy Warhol. Con un porta retrato flotando a la altura de sus ojos. Efectivamente, allí ya no esta, ya no hay mas piernas blancuzcas atadas a otras completamente cubiertas, ahora hay un hombre que al parecer no se ha percatado de que su pareja no esta allí.

Ni el mismo recuerdo entiende que espera, ya ha entendido todo y sin embargo no ha huido. Es que ser libre, para un recuerdo, no implica ningún tipo de facilidad.


De pronto un flash back en mi mente me devuelve a la luz que se cuela debajo de mi puerta, ya no veo mas el recuerdo, no lo entiendo en ninguna parte de la habitación, y por supuesto en ninguna parte de mi cabeza. Al parecer empieza a diluirse, se va el corredor, se va el vuelo, el reposar sobre las nubes, se va la caída, se van las salas y el mobiliario, y de pronto vuelvo a estar yo y la luz de mi puerta tan solos como siempre.

Mientras mi recuerdo baila junto a las calles, y las luces porque ha encontrado mi punto ciego...



1 comentario:

Kevin Hartmann dijo...

Al final siempre habrá gotas de luz. Todo se ve diferente desde el frío suelo del recuerdo.