4.4.11

El amor de un mistico

Y casi como si todo fuera un juego religioso, sale Isabella de casa en la media noche. Lleva dos cosas que desde lejos no son mas que bultos: uno blanco y delgado, uno negro y redondo. Camina como a ciegas, como una marioneta que con expresion de desconocimiento camina con total seguridad; se le alumbra la mitad de la cara con el destello mortecino de la luna, de cuando en cuando se pone el bulto blanco por encima de la frente, a modo de disfraz o tal vez de confidente... Como yo desde aqui la veo tan clara en su huida pienso que habran muchos mas que como yo la estan viendo, y entonces me da miedo que sea tan evidente y trato de seguirla para cuidar con mi presencia su privacidad. Pero Isabella esta embriagada, tranquila dentro de su afan y con una certeza que no entiendo. Se frena y en un solo movimiento se tiende en el pasto lleno de rocio, me impacto tanto que me quedo suspendido viendola, y entiendo que sus pupilas estan por alcanzarme asi que imito su movimiento para no arruinar la soledad que al parecer tanto disfruta. Y tengo que mirarla refregar su pelo contra el rocio, tengo que morderme la lengua para no advertirle el peligro que corre. Comienza a murmurar versos, mas y mas alto hasta que me obliga a cubrirme los oidos. Veo que los lee del bulto blanco, y entiendo porque lo llevaba tan cubierto y tan vigilado. Y de repente entra un robusto, no sabria decir a ciencia cierta que clase de robusto es, pero la toma por la espalda y la levanta del rocio. Ella aprieta los ojos. Y esque si lo viera ya no tendria nada de mistico su amor, si se simplificara todo a una figura llena de vericuetos y de normalidades, ya no valdria la pena leer cuanto se desea el deseo. Ya no quedarian ganas de finjir una experiencia, si lo que se vive puede ser contado y comprendido, y puede ser tan publico como una fotografia, para que entrgarlo a las manos de lo increible? Era mejor que como ella, nadie mas lo creyera posible...